jueves, 31 de mayo de 2012

YOGA RAVE FIESTAS SANAS

Yoga Rave: Las “fiestas sanas”, una moda argentina que ya se exporta

Yoga Rave: Las “fiestas sanas”, una moda argentina que ya se exporta

Por Mariana García

Surgieron en Buenos Aires y llegaron a Europa y Estados Unidos. Los que asisten juran que pueden divertirse sin drogas ni alcohol, y meditan antes de bailar. En vez de tragos, toman licuados de pasto.
27/05/12
En esta noche de domingo no hay que preocuparse por el control de alcoholemia ni la resaca del día siguiente. Aquí – boliche de Palermo, diez de la noche –, el cartel de JB está tan desubicado como los patovicas de la puerta. La gente baila desenfrenada, como si un pastillaje de laboratorio desbordara sus venas. Pero no.
Lo más cercano a un estimulante que han consumido es el jugo de pasto de trigo orgánico .
En una Argentina donde la despenalización de la marihuana parece un hecho y el alcohol se bebe en cantidades preocupantes, un grupo de jóvenes decidió ir a contramano de todos y juran que puede haber diversión cuando no hay ni drogas ni alcohol. “Yoga rave” es el nombre de este invento que ofrece un cóctel de yoga, meditación y música electrónica.
La noche comienza temprano, 20:30. La música va desapareciendo de a poco y al escenario sube un profesor. “Inhalo, exhalo, inhalo, exhalo”, repite. Y todos se van estirando. Las bolas de espejo están inmóviles y el lugar queda en silencio. La meditación ni siquiera es alterada por un grupo de nenes que llegaron con sus padres. Hasta los barmans desaparecen porque debajo de la barra, sentados con las piernas cruzadas. A algunos, la cara de aburridos les pesa, pero igual siguen disciplinados. “La sonrisa es la mejor droga”, promete el profesor para anunciar que ya es hora de prepararse para la fiesta.
Flota en el ambiente cierta estética setentista mas cercana al gurú Maharaji que a las revoluciones sociales.
Pero si sus antecesores del hippismo reclamaban su derecho a hacer de su cuerpo un laboratorio en el que descubrir nuevas percepciones, para estos jóvenes la revolución pasa por un mundo saludable .
A simple vista son una rara avis en medio de la noche porteña. Pero basta repasar su agenda para ver que, desde 2009, cuando comenzaron con las fiestas, los seguidores fueron en aumento. No sólo le quedan un puñado de provincias por recorrer – Córdoba y Rosario son sus fuertes – sino que además acaban de llegar de una gira por las principales ciudades de Estados Unidos que incluyó una noche con 1.500 personas en la disco Pachá de Nueva York. Hasta el New York Times les dedicó un artículo.


Es que estas fiestas sanas parecen encajar a la perfección con el auge del yoga en Argentina.
La idea original comenzó en 2007 y reconoce dos creadores, Rodrigo Bustos y Nicolás Pucci. Músicos, amigos, vecinos de la zona norte, y cultores de todos los requisitos de la vida sana: los dos, además, se sentían perdidos en las noches de excesos. Así hicieron la primera fiesta en la casa de Rodrigo, en el Bajo de San Isidro. Eran sólo quince. Y se divirtieron tanto que volvieron a insistir. Pero les faltaba algo: la música. Y así nació So What Project! , la banda que armaron Nicolás y Rodrigo. Como lo que querían era recrear el espíritu colectivo de las rave, lo que se les ocurrió fue tomar mantras y hacerlos sacudirse al ritmo de la música electrónica.
Yoga Rave funcionó tan bien que llevaron el proyecto a El Arte de Vivir, la ONG que se dedica a combatir el estrés como una forma de lograr la paz mundial. Sus encuentros convocan a miles de personas y en Argentina tiene cada vez más seguidores. Este año, en Berlín convocaron a más de 30 mil personas y allí estuvieron tocando para ellos Rodrigo y Nicolás.
Termina la meditación y todos se van estirando. Poco a poco vuelve la música y el lugar se ilumina con la pantalla de los celulares de los que no aguantan tanto tiempo desconectados.
So What sale al escenario y todos gritan. Dos chicas saltan y se abrazan como si delante estuviera Oasis. Otro grupo arma un pogo con la potencia de un recital de los Redondos.
“Es una noche en que podés hacer algo distinto, después salís como siempre, pero esto es probar otra cosa”, dice Sabrina, una fiel seguidora.
La mayoría recién va por los veinte, pero están los de cincuenta que encontraron en el yoga una revancha para la juventud perdida. Hay padres con sus hijos y abuelos con los nietos, porque, queda claro, el único exceso aquí será pasarse con la espirulina y el jugo de naranja. A un costado se pasea el embajador de la India y a los barman no les alcanzan los brazos para licuar el pasto.
“Cuando me di cuenta de lo que estábamos haciendo, el lugar estaba rebalsado de gente”, confiesa Rodrigo. Y sobre los que reclaman su derecho a tomar una copa, dice: “Este es un juego reglado de esta manera, es como invitarte a jugar al fútbol y que quieras tocar la pelota con la mano”.
A las once y media todo termina. El pelado grandote de la puerta tiene cara de quien no ha tenido mucho para hacer en esta noche. Un grupo de amigos se aleja por Santa Fe. Uno dice: “Uf, que noche”

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