Estilos
Ni perros , ni
caballos, ahora llega la terapia con vacas
Los mejores terapeutas te dejan rumiar
tus problemas y no dicen una palabra.

Mountain Horse Farm en el estado de Nueva York cobra $75 por pareja por
una sesión de abrazos que dura una hora. (Shane Lavalette para The New York Times)
Por ELISA MALA
NAPLES,
Nueva York — Los talentos naturales de Bella la convirtieron en una terapeuta
excelente: es tranquila y adaptable a una variedad de personalidades, con la
paciencia para escuchar problemas interminables sin un solo mugido de crítica.
Desde una
pastura exuberante y apartada en Mountain Horse Farm, una pensión de 13
hectáreas en la región de Finger Lakes en el Estado de Nueva York, Bella, de 3
años, y Bonnie, de 2, son híbridos de vaca escocesa y angus que brindan terapia
basada en animales.
Abrazar
vacas, como se llama la práctica, invita a la interacción con los animales al
cepillar, acariciar o sostener charlas sinceras con los bovinos. La experiencia
es similar a la terapia ecuestre, con una diferencia importante: los caballos
suelen estar parados, pero las vacas se echan de forma espontánea en la hierba
mientras rumian, lo que permite que los humanos interactúen más de cerca al
unírseles en el suelo y ofrecer un cálido abrazo.
“¿Pueden
ver lo tranquila que se pone?”, dijo Suzanne Vullers, de 51 años, una terapeuta
ecuestre que es copropietaria de la pensión con su esposo, Rudi Vullers,
también de 51 años. “Eso es lo que buscamos”, dijo. “Para la persona y la vaca”.

Provenientes
de Reuver, un poblado rural holandés, la pareja se topó con “koe knuffelen”,
que significa “abrazar vacas”, en una visita a su país natal hace dos años. En
partes de Holanda, abrazar vacas es parte de un movimiento más amplio para
conectar a la gente con la vida del campo.
Aproximadamente
una década antes, en 2007, los Vullers —él un ex gerente de cadena de suministros,
ella una ex contadora— cambiaron sus vidas corporativas para establecer su
granja en Naples, Nueva York.
En mayo
de 2018, compraron a Bonnie y a Bella, eligiéndolas por sus personalidades
dulces y porque carecen de cuernos.
Las
sesiones de una hora de duración para abrazar vacas, con un precio de 75
dólares por hora para dos personas, están limitadas a dos por día, con un
máximo de cuatro participantes por sesión. Cada sesión es supervisada por dos
contrapartes humanas: un terapeuta ecuestre, por lo general Suzanne Vullers,
que interpreta los estados de ánimo de los animales para asegurar una
interacción segura y positiva con sus nuevos amigos humanos, y un segundo
encargado, que vigila a los otros animales en el campo.
Al igual
que otras formas de terapia, la esperanza es que los visitantes fomenten su
confianza, empatía y conexión con las vacas y con sus propias emociones.
Un día
reciente, dos pares de personas, una pareja de Silicon Valley y un dúo de madre
e hija del norte del Estado de Nueva York, llegaron a abrazar vacas.

Shane Lavalette para The New York
Times.
“¿Manejar
cinco horas para abrazar una vaca?”, dijo Karen Hudson, de 57 años, gerente de
una compañía constructora y quien asistió a la sesión vespertina con su hija
Jessica Ercoli, de 27 años, quien es oficial de libertad condicional. A Hudson
le traía recuerdos de visitar la granja de su abuela.
Guiando a
las mujeres, entusiasmadas, pero cautelosas, al campo, Suzanne Vullers les
ofreció orientación sobre cómo acercarse exitosamente antes de demostrar ella
misma los métodos.
Hay que
mantener la calma. “Entre más relajadas estén, mejor será para ustedes y para
ellas”, dijo, debido a que caballos y vacas por igual perciben emociones y
responden de manera acorde —la mayor parte del tiempo.
“¡No te
limpies los mocos en mí!”, dijo Ercoli a Bella.
En la
sesión matutina, Colin Clover, de 50 años, gerente de reclutamiento en
Facebook, recordó que su prometida Alexandria Rivas, de 31 años, una
recepcionista, recordaba con cariño las visitas a la granja lechera adyacente a
su universidad. La idea de sentarse junto a una vaquillona de 400 kilos lo
intimidaba un poco. Los nervios disminuyeron cuando, dijo, Vullers lo planteó
en una forma que él entendía: “Piense en cómo interactuaría con su perro”.
Los
Vullers invitaron a los visitantes a dar un premio a las vacas. Acomodándose en
el pasto, las vacas ofrecieron a los participantes lo que habían viajado tan
lejos para experimentar: la oportunidad de un cálido abrazo.
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