lunes, 8 de octubre de 2012

BIOGRAFIA DE SU SANTIDAD LOKANATHA SWAMI


De las fórmulas químicas a la fórmula definitiva (Lokanatha Swami)

Nací en Aravade, una pequeña aldea en el estado indio de Maharastra que difiere muy poco de las más de setecientas mil restantes en toda la India. Luego de concluir la enseñanza media, mi familia me envió a Bombay para estudiar Química en la facultad. Pero mi carrera universitaria no sucedería...

En el año 1971, a fines de marzo
, ocurrió algo que me impidió seguir el programa que mi familia tan cuidadosamente había trazado para mí. Por primera vez, Su Divina Gracia A.C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada estaba recorriendo la India con sus discípulos extranjeros. Ellos habían llegado a Bombay poco antes que yo e iban a realizar un festival espiritual en un pandal (tienda enorme) en la Cross Maidan.

Los devotos divulgaron el programa muy ampliamente en periódicos y por la calle. En las proclamas, los discípulos de Srila Prabhupada eran descritos como sadhus (devotos santos) americanos, canadienses, europeos, africanos y japoneses. Esto no tenía precedentes. Antes, cuandoquiera que la palabra sadhu se asociara a alguien, se sobrentendía que el individuo era hindú. No existía ninguna otra posibilidad. Aquellos anuncios, sin embargo, hablaban de sadhus del mundo entero. Aquello era una gran novedad para cualquier habitante de Bombay y, particularmente, me encantó.

Intrigado, fui al festival Hare Krishna que había sido muy bien organizado. Los sadhus Hare Krishna era la mayor atracción para mí. Aprecié su canto, su danza, su caminar y su habla. En efecto, me gustaron todos ellos, y asistí al evento casi todas las noches. Yo solo asistía y oía. Aunque supiera inglés, no era fluyente, y hablar con extranjeros era muy difícil para mí. Compré algunas revistas y algunos folletos con el poco dinero que tenía.

Srila Prabhupada disertó todas las noches. Discutió muchos temas relativos a la conciencia de Krishna y estableció muchos puntos. Sin embargo, el punto de mayor impacto en mí, y que me atrajo a él y a su sociedad más que a cualquier otra cosa, fue el simple hecho de que si sirves a Krishna, la Suprema Personalidad de Dios, sirves simultáneamente a todo y a todos. Srila Prabhupada presentó la analogía de lo que ocurre cuando alguien riega un árbol. Por regar la raíz del árbol, automáticamente se suministra agua a todas las hojas, ramas, frutas y flores del árbol.

Srila Prabhupada simplificó mi tarea. “Aquí está mi oportunidad”, pensé. Siempre deseé servir a otros, por lo cual, en diferentes momentos de mi vida, pensé volverme ingeniero, médico o abogado. Cuandoquiera que pensara en mi futuro, pensaba en cómo servir a las personas. No obstante, aunque a lo largo de todos esos años hubiera pensado siempre en servir, no sabía por dónde empezar, y prácticamente no tenía ningún recurso a mi alcance. En aquel momento, sin embargo, Srila Prabhupada despejó mi camino mostrándome el fácil atajo de servir a toda la creación por el simple medio de servir al Señor, la fuente de todo lo que existe. Aquella idea tuvo un gran impacto en mí.

Según lo programado, el festival Hare Krishna terminó luego de once días, y todo volvió a la normalidad.

Seguí yendo a la facultad en Bombay. Compartía el cuarto con algunas personas de mi aldea, a quienes mi familia les había pedido que me vigilaran. Cierta vez, muchos años antes, dejé mis estudios y me uní a un asrama en un pueblito cercano a mi aldea. Casi me había establecido en el asrama, pero la invisible y misericordiosa mano del Señor me condujo de vuelta de modo que pudiera unirme a Srila Prabhupada en vez de aquel asrama.

Después de este incidente, mi familia previó que en algún momento y en algún lugar me iría, por ello habían pedido a nuestros coterráneos que cuidaran de mí. Pero ¿cómo podrían vigilarme? Fui al evento Hare Krishna prácticamente todas las noches y nadie lo notó. Yo guardaba revistas y folletos Hare Krishna dentro de mis grandes y gruesos libros de química y los leía durante horas. Mis compañeros de cuarto se maravillaban de cuán seriamente estudiaba química. No eran capaces de entender que, en vez de estar absorto en el análisis de las fórmulas químicas, yo estaba investigando la fórmula definitiva para todos los problemas de la vida.

Cuandoquiera que mis compañeros de cuarto salían, yo trancaba la puerta y con los brazos erguidos cantaba Hare Krishna y danzaba hasta mi entera satisfacción. Habiendo visto a los devotos cantar y bailar en el escenario del festival, yo trataba de imitarlos. Así, escondido, estaba siguiendo el proceso de conciencia de Krishna: cantando, danzando y leyendo, una y otra vez, los pequeños textos que tenía.

Yo sabía que los devotos Hare Krishna estaban viviendo en algún lugar en Bombay, pero después del evento su pequeño grupo se fundió en la gran ciudad y quedé privado de su compañía.

Pasó un año.

Entonces, en marzo de 1972 ISKCON organizó otro festival, esta vez, en la playa de Juhu. Durante el transcurso del año, los devotos habían comprado un terreno en Juhu, y el evento sería en la propiedad. Una vez más, los anuncios aparecieron en periódicos y otros medios, y la noticia del festival llegó a mí a través de la misericordia sin causa del Señor. Yo estaba esperando esa noticia y me sentí extremadamente feliz al recibirla.

Naturalmente, asistí a los programas. Llegaba mucho antes de empezar, tomaba libros prestados y leía. Durante el canto, participaba completamente rendido. Los devotos extranjeros, vestidos con dhotis y kurtas hindúes, y los estudiantes hindúes, con pantalones y camisas importadas, danzaban juntos.

A veces, durante el prasada, cuando estaba cerca de la puerta, los devotos me invitaban a entrar y comer con ellos. Estaba ansioso por contemplar su vida de cerca, entonces, aprovechaba tales oportunidades y me unía a ellos. Todos eran devotos maravillosos. Además, todos eran extranjeros, lo cual me impresionaba realmente.

Algunos días después del término del festival en Juhu, me senté y escribí una solicitud para volverme miembro de ISKCON (la Sociedad Internacional para la Conciencia de Krishna). Había decidido unirme a los devotos y, para entrar en cualquier organización, pensé, es necesario llenar una solicitud. Dirigí mi solicitud al presidente de ISKCON Bombay. Escribí que acordaba seguir los cuatro principios regulativos —no consumo carne, no intoxicación, no sexo ilícito ni juegos de azar. También expresé que me gustaban sus kirtans extáticos y la suntuosa prasada (había tomado esas palabras de sus folletos publicitarios). Fui a un servicio de dactilografía y pedí que la solicitud fuera dactilografiada. ISKCON era una sociedad internacional, por ello, pensé que todo debía ser formal e impecable.

Luego fui al asrama Hare Krishna en Juhu y pregunté quién era el presidente. Era difícil verlo. Su nombre era Giriraja Dasa. Él leyó mi documento, me aceptó rápidamente y me abrazó. Y no solo eso, me dio la bienvenida, me condujo al interior del alojamiento, y me presentó como nuevo devoto a todos los internos del asrama.

Prontamente me adapté a mi nuevo estilo de vida. Tenía una nueva casa, un nuevo uniforme, nuevos compañeros, un nuevo programa —casi todo era nuevo para mí. Inmediatamente acepté todo eso y me gustó. Aunque los devotos fuesen en su mayoría extranjeros, me sentía completamente en casa. Estaba dispuesto a hacer de todo aquello el compromiso de mi vida.

La semana pasó muy rápido. Entonces, mi hermano mayor llegó al templo con uno de mis viejos compañeros de cuarto. Entre las cosas que había dejado en mi cuarto, estaba un folleto con la dirección del centro Hare Krishna de Juhu escrita en él. Fue así que me encontraron. No les sorprendió demasiado que me uniera a los devotos. Esperaban algo por el estilo desde hace tiempo, y aquel momento todo se hizo realidad.

Mi hermano quería que visitara a mi familia, especialmente a causa de mi madre. Dijo que, tal vez, moriría si no iba a verla. Pero me aseguró que mi familia no tenía objeciones con respecto a volver después de mi visita. Siempre respeté a mi hermano y allí estaba él, prácticamente rogándome que vuelva a casa, diciendo que era cuestión de vida o muerte para mi afectuosa madre, y que podría volver al asrama luego. Por fin, pedí permiso a Giriraja y partí vistiendo mi nuevo uniforme, dhoti y kurta.

Cuando llegué a mi aldea, las personas empezaron a decir que, aunque solía ser un buen muchacho, algo andaba mal conmigo. La diferencia era que ahora usaba dhoti y kurta, cantaba Hare Krishna, y evitaba la compañía de no-devotos. Los habitantes de allí consideraban que todo eso era extraño y anormal.

Mi padre me pidió que no usara las nuevas ropas ni el tilaka, aunque él usara ropas similares y, a veces, también tilaka. Él era devoto del Señor Vitthala, una forma del Señor Vishnu, o Krishna, y los devotos del Señor Vitthala usan tilaka de un modo parecido a los devotos Hare Krishna. En ocasiones especiales, mi padre usaba tilaka, pero no quería que yo lo imitara pues le preocupaba lo que los vecinos pensaran (si esta es la reacción de los padres en la India, me resulta difícil imaginar cómo reaccionan los padres de los devotos en otros países).

Así, mis padres hicieron todo lo que estuvo a su alcance para disuadirme de no volver con los devotos Hare Krishnas. Incluso buscaron un astrólogo para hallar la forma de “curarme”, o para saber por cuánto tiempo seguiría viviendo aquel “extraño modo de vida”. Estaban realmente afligidos.

Pasó más de una semana y, a pesar del acuerdo con mi hermano, no había planes para mi regreso. Mis padres siempre decían que algún otro pariente estaba por venir a verme y que sería inapropiado irme. Mi familia involucró a mis parientes como responsables de conversar conmigo para que, de un modo u otro, hiciera a un lado la “cuestión del sadhu”. Mis padres probaron todo, pero mi mente estaba fija en regresar a los devotos.

Un día vi a mi hermana derramando lágrimas. Cuando alguien le preguntó si algo andaba mal, ella respondió: “Solo vean como los otros muchachos están jugando cartas alegremente, pero mi hermano Raghunatha no está sentado con ellos”. He ahí la causa de sus lágrimas. Ella estaba triste porque yo no jugaba cartas con los demás jóvenes, sino cantando los santos nombres de Dios en mis cuentas.

Cuando mi familia se dio cuenta de que no dejaría mi nuevo estilo de vida, me propusieron que podría seguir con la vida de sadhu, pero que debía hacerlo en nuestra aldea. Ellos prometieron construir un pequeño templo a fin de que pudiera realizar mis prácticas devocionales allí. Sin embargo, rechacé esa idea también, pues yo quería la compañía de los devotos. No hay posibilidad de vida espiritual sin la compañía apropiada, sin la compañía de los devotos que están practicando la conciencia de Krishna tiempo completo. No deseaba ser simplemente otro sadhu farsante. La India ya estaba completamente repleta de dichos sadhus, que eran una gran carga. Yo quería ocuparme al servicio de Krishna en el movimiento Hare Krishna. Srila Prabhupada ya había despejado el camino. Él me había dado la misión de mi vida, y yo estaba completamente satisfecho con eso, y para siempre.

Había dado mi corazón a Srila Prabhupada y al Señor Krishna. Entonces, por último, mi familia aceptó lo inevitable. Regresé a Bombay después de casi un mes y me establecí de nuevo en el asrama. Puesto que había permanecido en mi aldea por mucho tiempo, no estaba seguro de la reacción de Giriraja y los otros devotos ante mi regreso. Cuando me vieron, sin embargo, fui completamente bienvenido, tal como antes, y estaban sorprendidos de verme otra vez entre ellos. Su experiencia era que muchos devotos hindúes llegaban y se iban, prometiendo que después regresarían, pero casi nadie volvía. Ellos estaban sorprendidos y alegres viéndome volver. Por la misericordia inmotivada de mi maestro espiritual, Su Divina Gracia A.C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada, y del Señor Sri Krishna, la Suprema Personalidad de Dios, mi regreso fue posible.

Templo  Construido por Lokanatha Swami

POSTDATA

Aunque parezca que mi adhesión a ISKCON haya trastornado la vida de mi familia y causado una perturbación en mi pequeña aldea, esos efectos negativos fueron solo temporales. A lo largo de los años, después de unirme a ISKCON, tanto yo como muchos otros devotos visitamos Aravade y enseñamos los principios de la conciencia de Krishna, y ahora mi familia y toda la aldea aceptan a ISKCON como un movimiento religioso genuino. Tenemos siete devotos de tiempo completo allá; mi hermana inscribió a su hijo en el gurukula (escuela) de ISKCON Vrindavana, y siempre que me encuentro con mi padre él me pide tilaka y decora su frente con orgullo. Además, mi familia y muchos otros parientes en Aravade cantan regularmente Hare Krishna en sus cuentas. En fin, toda mi aldea ama el movimiento Hare Krishna, y no hay desequilibrio de ninguna clase.

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