lunes, 6 de abril de 2015

MRGARI, EL CAZADOR PERVERSO

                       Mrgari, el cazador perverso


Por el espacio sin astronave

Hace muchos miles de años, el gran sabio Narada, quien tiene la habilidad de viajar por el espacio en virtud de sus poderes místicos, descendió de los planetas espirituales llamados Vaikunthas, para ir a Prayaga, un sagrado lugar de peregrinaje que se encuentra al norte de la India. Narada iba a bañarse allí en la confluencia de tres ríos sagrados: el Ganges, el Yamuna y el Sarasvati.

Una persona liberada tal como lo es Narada tiene un cuerpo espiritual, y puede por ello ir a cualquier parte sin excepción. Actualmente, los científicos están tratando de ir a otros planetas, pero debido a que sus cuerpos son materiales, no tienen la libertad de moverse a voluntad. Sin embargo, cuando uno se sitúa en su cuerpo original, puede ir sin dificultad a cualquier parte que desee. Los Vedas, los libros de conocimiento de la antigua India, nos dicen que dentro de este mundo material hay un planeta denominado Siddhaloka, cuyos habitantes pueden ir de un planeta a otro sin la ayuda de una máquina o de un cohete espacial. Narada También había llegado a dominarse ese arte.
Prayaga, él sintió a donde Narada se dirigía, recibe también el nombre de triveni, palabra sánscrita que significa "lugar en el que tres ríos fluyen juntos". Incluso hoy en día, Prayaga, conocido ahora como Allahabad, es visitado por muchos cientos de miles de peregrinos que van allí a bañarse en los ríos, especialmente durante el mes de enero, en que se realiza una feria llamada Magha-mela.

Dolorosos encuentros

Mientras Narada Muni iba por el camino del bosque, vio que un venado yacía en el suelo, atravesado por una flecha. El venado tenía las patas rotas y se estaba retorciendo de dolor. Un poco más adelante, Narada Muni vio un jabalí atravesado también por una flecha. Sus patas también estaban rotas, y se estaba retorciendo de dolor. Cuando caminó un poco más, vio un conejo que también estaba sufriendo. Narada Muni sintió un muy profundo pesar al ver a esas entidades vivientes sufrir de esa manera.
Al avanzar un poco más, Narada Muni vio a un cazador que estaba escondido detrás de un árbol. El cazador llevaba flechas, y estaba listo para matar más animales. Su cuerpo era negruzco, y tenía ojos rojizos y un aspecto feroz. Era como si el superintendente de la muerte, Yamaraja, estuviera allí parado con arcos y flechas en las manos.
Cuando Narada Muni se salió del camino del bosque y se acercó al cazador, todos los animales lo vieron de inmediato y huyeron. Por consiguiente, el cazador quiso regañar a Narada con un lenguaje injurioso, pero, debido a la presencia del gran santo, no pudo hacerlo.
El cazador le dijo a Narada lo siguiente: "¡Oh, gran persona santa!, ¿por qué ha venido a mí, dejando el camino general que atraviesa el bosque?. Ahora, con sólo verlo, todos los animales que estaba cazando se han ido".
"Abandoné el camino y he venido a ti, para resolver una duda que hay en mi mente" —respondió Narada—. "Me estaba preguntando si todos los jabalíes y demás animales que están a medio matar te pertenecen".
"Sí —respondió el cazador—, lo que dice es cierto".
Narada Muni le preguntó entonces: "¿Por qué no mataste a los animales por completo? ¿Por qué los mataste a medias, traspasando con flechas sus cuerpos?".

Disfrutando del dolor ajeno

El cazador respondió: "Mi querida persona santa, me llamo Mrgari, el enemigo de los animales. Mi padre me enseñó a matarlos de esa manera. Cuando yo veo sufrir a animales a medio matar, siento un gran placer".
"Tengo una cosa que pedir" —le dijo Narada Muni al cazador—. El cazador respondió: "Puede usted llevarse cualesquiera animales o alguna otra cosa que desee. Tengo muchas pieles para darle, si usted las quisiera. Puedo darle una piel de venado o una de tigre".
"No quiero ninguna de las pieles —le dijo Narada Muni—. "Sólo quiero pedirte una cosa a manera de caridad. Te pido que desde este día en adelante mates a los animales por completo, sin dejarlos a medio matar".
"Mi querido señor —respondió el cazador—, ¿qué me está pidiendo? ¿Qué hay de malo con los animales que yacen allí a medio matar? ¿Podría, por favor, explicármelo?".

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