Una vida de violencia e ignorancia
En las remotas afueras de un denso bosque, vivía un cazador. Curtido por años de matanza, su vida estaba impregnada de crueldad y carecía de compasión. Cazaba animales sin descanso, buscando alimento y ganancias, sin importarle el dharma ni la virtud. Las escrituras, los santos o los días sagrados carecían de significado para él. Su corazón estaba oscurecido por la violencia, y su mente, nublada por el instinto y la supervivencia.
Llega el Día Sagrado.
Una mañana, el sol salió en un Ekādaśī, el sagrado undécimo día de la luna creciente, amada por el Señor Viṣṇu y famosa por su poder para purificar incluso los pecados más graves. Sin embargo, el cazador, inconsciente del significado divino de ese día, tomó su arco y se adentró en el bosque, como lo había hecho innumerables veces.
Pero algo era diferente. No aparecía ningún animal. Los pájaros volaban alto, los ciervos permanecían ocultos y el bosque permanecía extrañamente silencioso. El hambre lo carcomía y la sed le resecaba la garganta mientras el sol ascendía en el cielo. Aún con las manos vacías, se adentró en el bosque hasta que se topó con la orilla de un río sagrado.