jueves, 20 de mayo de 2010

LA PRIMERA VEZ QUE VI A SRILA PRABHUPADA POR LILA KAMALA DAS

La primera vez que vi a Srila Prabhupada


Por: Nila Kamala dasa



Una vez en Buenos Aires mientras viajaba en el metro vi a un devoto que más tarde supe que se llamaba Prakasananda. Me pareció algo tan increíble que sin decirle nada comencé a seguirlo. Finalmente llegamos a un templo en la calle Ecuador 473, entré y allí vi a un devoto, Krishna Kisore planchando la ropa, él me enseñó todo el templo y me invitó para que viniese a la fiesta de domingo.

Yo era macrobiótico, vivía con unos músicos y viajaba con ellos. Cuando llegó el domingo, fui al templo y pedí tener una experiencia de asrama quedándome un fin de semana Así fue que me quedé viernes a la noche, sábado y domingo. En el templo no había muchas facilidades y se dormía en el suelo y como no había llevado mantas tuve que cubrirme con mi chaqueta. A las doce de la noche un devoto, Prema Prayojana despierta a todo el mundo gritando de que en el centro de la ciudad había un gran concierto de “rock” y que iba a ver muchos jóvenes. Decía: ¡Quién se viene!, ¡quién se viene! Y así entre que no me dormía por el frío y el jaleo de las doce de la noche y luego otra vez ruido cuando a las dos y media volvieron del festival y a las cuatro horas que todo el mundo se levantaba casi no pude dormir. Nos duchamos en la terraza, al aire libre con una manguera de agua fría. Recuerdo que con tanto frío nos salía como un humo de los cuerpos pero como había leído a “Lobsang Rampa” me imaginaba que ya era un monje y de esta forma pude soportarlo.

Luego fuimos al mercado que quedaba cerca del templo, en el camino Payonidhi me predicaba que el devoto debe ser humilde. Cuando llegamos pude entender el porqué de dicha prédica, desde los puestos nos gritaban y nos tiraban frutas y también tomates que nos ensuciaban totalmente. Para un primer día realmente no era muy inspirador…

Luego me fui para Brasil y como no sabía muy bien ofrecer, durante cuatro meses ofrecí las preparaciones crudas antes de empezar a cocinarlas.

La primera vez que vi a Prabhupada fue en el templo de Buenos Aires en el año 74. Estaba leyendo la introducción al “Sri Isopanisad”, allí Srila Prabhupada hace la diferencia entre un alma condicionada y otra liberada. Una de las características del alma condicionada es que comete errores, allí da el ejemplo de Mahatma Gandhi que había cometido el error de ir a una reunión donde fue matado y a la cual le habían desaconsejado ir.

Como yo era un gran admirador de Gandhi me sorprendió muchísimo de que alguien criticara tan bien y tan filosóficamente, por lo que él debería ser una persona muy superior y a la que debería seguir para recibir conocimiento. Cerré el libro y no quise leer más por que sabía que sería su seguidor y que en el futuro tendría más tiempo. Esa fue la primera vez que vi a Prabhupada y fue a través de las escrituras.

Más tarde viajaría por tierra desde Argentina hasta México, y fue allí donde lo vi por primera vez en persona, estaba en un balcón y alguien lo estaba afeitando. Cuando lo vi más de cerca pude comprobar que su aura me inundaba completamente y que cualquier duda que uno pudiera tener inmediatamente desaparecía, en su presencia uno se sentía completamente feliz y satisfecho.

La primera vez que hablé con él, fue una vez que me pidieron cortar unas ramitas de eucalipto para que se limpiase los dientes, costumbre muy arraigada en la India. Recuerdo que íbamos muy de noche al parque Chapultepec, ya que estaba prohibido cortar o dañar los árboles. Esa vez había traído un manojo de ramitas y se las iba a entregar a Viraha, cuando me dice: “¿Qué hace el devoto?” Hridayananda Maharaja también estaba presente. Yo le respondo que le traía las ramitas para que se las diera a Prabhupada, ya que pensaba que uno no podía acercarse a él directamente y que todo servicio se hacía a través de las autoridades superiores, pero Viraha me responde: “Lléveselas usted mismo” Yo estaba indeciso y le vuelvo a explicar pero él me responde nuevamente lo mismo. Así tomé coraje, subí arriba y toqué la puerta, alguien respondió desde adentro, pero como yo no entendía el inglés, seguí ahí, golpeando una y otra vez. Finalmente Srila Prabhupada abrió la puerta y de repente me encontré ahí frente a él, súper nervioso y sin saber que decir, entonces de repente hice un gesto de que traía las ramitas de eucalipto que él amablemente aceptó.

Cuando Prabhupada y los devotos realizaban las caminatas por la mañana, algunos nos escondíamos en el maletero del coche para poder ir, ya que este era el único sitio donde los G.B.C, ni los sannyasis, ni nadie iba; siempre estaba el riesgo de que no nos abrieran, por eso siempre se lo recalcábamos a algún devoto.

Otro día en una caminata estábamos mirando el sol al amanecer. Prabhupada comienza a hacer comentarios acerca de cómo Krishna se cambia de ropa al anochecer, todos estábamos muy extasiados escuchando sus relatos pero así de repente dice: “Son las 6.45, es hora de irnos”

Para Prabhupada era más importante el sadhana que quedarse hablando de Krishna, él era muy puntual y regulado y siempre quería estar a tiempo para el programa del templo.

Una vez en el templo de México le ordena a un discípulo que trajera el Maha-Prasadam. El devoto le responde que la ofrenda aún no ha concluido. Prabhupada le vuelve a decir que por favor vaya a buscar el prasadam y el devoto creyendo que Prabhupada no había entendido le vuelve a decir que la ofrenda no había terminado. Entonces Prabhupada mira al devoto y le dice: “Krishna me ha invitado”

Otra vez mientras caminábamos por el parque Chapultepec unos seis o siete devotos, Prabhupada se detiene al lado de un eucalipto y le pide una rama a los devotos. El problema era que las ramas estaban muy altas y nadie podía alcanzarlas. Algunos saltaban, se estiraban, pero era imposible.

Allí había “G.B.C”, sannyasis, devotos, licenciados, etc… pero nadie era capaz de coger una rama. Pero de repente, Prabhupada con un simple movimiento de su bastón coge fácilmente la rama de eucalipto.

Todo el mundo quedó sorprendido de su inteligencia para resolver cualquier tipo de problema, el ingenio de Prabhupada era hasta en las cosas más pequeñas muy superior al nuestro.

Otro día estábamos fregando potes con Kamala Carana, en ese momento el cocinero estaba friendo las especies para tirar en el “kitchri”, a raíz de ello se había formado una gran humareda y todo el mundo estaba tosiendo una y otra vez. En ese preciso instante entra Srila Prabhupada y al ver a todos los devotos tosiendo dice: “That is good…” (Eso es bueno…)

Otra vez en una clase también en México le pregunté acerca de que tipo de medicina deberíamos usar, si naturista, homeópata, macrobiótica o cual, a lo que él respondió: “Los problemas del cuerpo deben solucionarse rápidamente y no importa que tipo de medicina se use y si es necesario cirugía, también se puede usar” y luego puntualizó: “Pero cuando uno es muy avanzado espiritualmente, el alma se ocupa de curar los males del cuerpo”

Algunos años más tarde en 1.977 estuve en Vrindavana, India. Recuerdo que una vez llegaron dos hippies, eran Vaisnava Dharma, y Jagannatha Nrshinga, yo no hablaba mucho inglés pero me ofrecí para hacer una especie de “programa de bhaktas”

A la hora de cantar para Prabhupada me los llevaba conmigo y estaban muy felices por que a pesar de ser bhaktas estaban con Prabhupada. Al principio no me creían y decían: “Vos me estás mintiendo che, vos no me decís la verdad…” y yo les decía: “Si, si, vení che...” Entonces venían conmigo, y ellos fueron muy afortunados por que hicieron mucho servicio en la casa de Prabhupada, limpiábamos, ayudábamos a cocinar, y cantábamos todos los días, otros devotos no daban tanta importancia al kirtana, pero nosotros a veces estábamos cinco o siete horas cantándole a Srila Prabhupada…

En Vrindavana tuve un contacto más directo con Prabhupada, le cantábamos todo el día mientras yacía en su cama, limpiábamos, le dábamos masajes y así permanecimos varios meses en su asociación.

Una vez en un Guru-Puja en Vrindavana, Prabhupada estaba sentado bajo el árbol del patio, yo me acerqué pero como había ido muy de prisa, me había olvidado de ponerme el tilaka. Aunque allí había muchísimos devotos él me vio y me dijo: “Go and put the tilaka” que fuera y me pusiese el tilaka. A Prabhupada nunca se le escapaban las cosas.

A través de todas estas situaciones y aunque parezcan cosas pequeñas se pueden aprender muchas cosas. Para mí, tienen un valor incalculable y siempre permanecerán en mi memoria como una gran misericordia que he recibido de mi Maestro Espiritual, Srila Prabhupada.





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1 comentario:

creativo dijo...

wow!!
que nectar!!!!
me encanta escuchar sucesos reales de personas que conocieron a srila prabhupada gracias por publicarlo!!!