Un brahmán malvado
En un pueblo antaño próspero, vivía un brāhmaṇa cuya conducta distaba mucho de ser noble. Aunque nacido en una familia erudita y piadosa, había caído profundamente en las garras del pecado. El orgullo lo invadía. Jugaba sin control, bebía sin control y se relacionaba con mujeres inmorales. Irrespetuoso con los Vedas, los santos y el Señor Supremo, se burlaba de lo sagrado, considerando la vida religiosa una búsqueda absurda.
Los habitantes del pueblo le temían, pero también sentían compasión. Muchos brāhmaṇas santos oraron por su transformación, pero él tenía los oídos cerrados y el corazón endurecido.
El glorioso encuentro casual
Un día, mientras deambulaba sin rumbo por el mercado, escuchó a un sādhaka recitar con valentía las glorias de Ekādaśī , el día sagrado del Señor Hari. Las palabras del devoto resonaron:
“Incluso la persona más pecadora, si observa Ekādaśī con sinceridad, se liberará de las reacciones de los pecados cometidos a lo largo de millones de vidas.”
(Padma Purāṇa)
Aunque el brāhmaṇa se burlaba de la charla espiritual, estas palabras resonaban en su interior. Ese mismo día era, por disposición divina, Ekādaśī . Por alguna fuerza desconocida —quizás una semilla oculta de una antigua piedad—, no comió ese día. No planeaba ayunar ni complacía a Dios. Pero todos sus intentos por encontrar comida fracasaron. Hambriento y frustrado, se durmió con el estómago vacío.
El Vrata involuntario y el primer cambio
A la mañana siguiente, sin darse cuenta, rompió el ayuno con fruta y agua. Al hacerlo, había completado sin darse cuenta el Ekādaśī vrata . A partir de ese momento, un cambio silencioso comenzó en su interior. Al principio no lo comprendía, pero sus deseos estaban cambiando. El vino ya no le producía placer. El juego empezó a sentirse vacío. La compañía de gente despreciable le resultaba aburrida.
Poco a poco, se sintió atraído por los devotos y los hombres santos , escuchando en silencio sus conversaciones. Ya no era un burlador, sino un oyente.
Un corazón transformado por la misericordia del Señor