viernes, 6 de junio de 2008

LA PRIMERA VEZ QUE VI A SRILA PRABHUPADA PARTE 3 POR SADHYA SRESTHA


Antes de ser devoto cada dos por tres estaba detenido en comisaría, y creí que cuando me hiciese devoto esto se acabaría, pero mi gran sorpresa fue que siendo devoto me detenían más que antes, y muchísimas noches con otros devotos tuvimos que dormir en algún calabozo húmedo y sucio.


Parte 3

Por la tarde, regresábamos al templo para asistir al arati de las siete. En el altar había un Pancha-Tattva muy grande y hermoso, y el pujari con su dothi y su camisa bien planchada ofrecía los artículos, en esa época los pujaris usaban kurta dentro del altar.


En el kirtana los devotos más antiguos se ponían delante en filas de tres o cuatro, y a la derecha y a la misma altura se ponían las devotas. El kir-tana era extremadamente alegre y apasionado, saltábamos todo el tiempo y hasta nos empujábamos los unos a los otros, después venía la clase de Bhagavad-Gita dada por Pramana, siempre muy envolvente y mística.

Luego se servía la leche caliente que Jayadharma traía en una gran olla de aluminio, mientras que Dharmananda leía el “Libro de Krishna”. Luego predicábamos a los pocos invitados mientras Deva dasa desde una mesa de libros les vendía algo. Luego el cocinero, Prakasananda dasa que era me-xicano, traía alguna pequeñísima porción de Maha-Prasadam.

Después nos íbamos a dormir, no había cuartos, ni camas, ni sábanas, ni almohadas, ni tampoco bolsas de dormir que en esa época apenas se cono-cían. Dormíamos en la sala del templo, seríamos unos cuarenta devotos. Separados por una cortina los devotos dormían de un lado y las devotas del otro. Como la cortina era corta y se podía ver hacia el otro lado, hasta que no se apagaban las luces todos dormíamos mirando para un mismo la-do para evitar ver a las devotas acostadas por debajo de la cortina. Solo te-níamos una manta en la que nos enrollábamos todo el cuerpo.


A la mañana siguiente a la fuerza todo el mundo tenía que levantarse ya que estábamos en la sala del templo y había que hacer pronto el mangal-arati. Al levantarnos cada uno pasaba un trapo mojado por el lugar donde había dormido, y luego venía un devoto y volvía a pasar otro trapo mojado por toda la sala del templo.
Había solo un baño muy pequeñito que lo usaban las devotas, nosotros nos duchábamos en la terraza con una manguera, el agua era muy fría y en invierno al caer esa agua helada sobre uno salía como un vapor del cuerpo.

A veces llovía pero igualmente teníamos que ducharnos, secarnos y cambiarnos allí, no había otro sitio a excepción de un pequeño cuartito de un metro por dos donde nos poníamos el tilaka que no era otra cosa más que un colorante blanco para teñir zapatos, ya que en esa época no tenía-mos tilaka de la India. En realidad, eran muchas cosas más las que no te-níamos, en lugar de dhotis usábamos sábanas, y de kurta usábamos cual-quier camisa y de cualquier color, la japa la hacíamos nosotros con bolitas de plástico o a veces de madera que comprábamos en la mercería, y la bol-sa para guardarla tenía cualquier forma o color, y hablando de colores era común ver a algún devoto usando calcetines de distinto color.


Nos rapábamos la cabeza todos los domingos, aquel que por alguna ra-zón no lo hacía, lo machacábamos constantemente diciéndole que Prabhu-pada decía que si uno no se rapa una vez a la semana, eso significaba raí-ces hippies en el corazón, eso bastaba para convencer a cualquiera de que había que raparse ineludiblemente.
Después del mangal-arati los devotos y las devotas cantábamos la japa juntos en la sala del templo. Luego a la hora del Guru-Puja formábamos un pasillo desde la puerta de entrada de la sala del templo hasta la Vyasa-Asana, entonces alguien sonaba la caracola y gritaba: ¡Viene Prabhupada!, ¡Viene Prabhupada!, y otro devoto abría la puerta de la sala del templo y todos nos imaginábamos que Srila Prabhupada estaba allí entrando por esa puerta de nuestro querido templito de Ecuador 473, nos tirábamos al suelo dando reverencias y seguíamos con nuestra mirada imaginándonos que Prabhupada iba caminando lentamente hasta su Vyasa-Asana. Luego al-guien se acercaba y colocaba una guirnalda sobre el cuadro ya que en esa época no existían las Deidades de Prabhupada.

El prasadam era también muy austero, durante mucho tiempo por la mañana comimos sémola de maíz con agua y azúcar y como estábamos todo el día en sankirtana, nos llevábamos una bolsa de plástico con un poco de kitchri que al mediodía, ya frío y con el crudo y frío invierno de Argentina, era una pasta dura y bastante difícil de comer, y más aún de digerir, aún así, éramos muy austeros y nunca comprábamos nada en la calle, ni de comer, ni de beber.

Éramos todos unos brahmacharis que prácticamente estábamos siendo educados como para ser sannyasis, aunque solo uno llegó a serlo. Las cla-ses eran tan fuertes y duras que especialmente cuando las daba Prema-Prayojana las devotas salían corriendo o llorando de la clase. A nosotros nos gustaba y nos reíamos de las devotas. Ahora que han pasado los años recuerdo con vergüenza esa inmadurez…

No hay comentarios.: